27 de noviembre de 2010

Distancia: 21'1 km

La épica de SUNSET RUNNERS alcanzó su cénit en las calles de Benidorm. Con motivo de la XXVII Media Maratón Internacional, hasta allí se desplazaron José Carlos y Juan Antonio, con el apoyo de Cécile y Manuel Chicano. El mal tiempo amenazaba la carrera, prevista para la tarde del sábado. Se anunciaban nubes y posibilidad de lluvia; según avanzaba la jornada, el cielo se fue cerrando y lo que comenzó siendo un leve chispeo se convirtió en un copioso chubasco que arreciaba conforme se acercaba la hora de la salida.

De hecho, cinco minutos antes de que se iniciase la media maratón, los Sunset Runners permanecían en el interior del coche oficial del club -el Ford Focus de José Carlos- con la esperanza de que la climatología mejorase. Pero no sucedió así, sino todo lo contrario.

La prueba consistía en tres vueltas a un circuito urbano que discurría por las principales avenidas y los paseos marítimos de las playas de Benidorm. Por desgracia, el mal tiempo oscureció tanto el horizonte que del paisaje mediterráneo sólo se apreciaban las luces de los rascacielos.

Cuando los dos Sunset llegaron a la zona de salida, la carrera había comenzado. Abriéndose hueco el público y las vallas de cerramiento, lograron incorporarse a los últimos de los 2.500 corredores participantes en la prueba y partieron sólo con un ligero retraso. Durante los metros iniciales, José Carlos y Juan Antonio brincaban de lado a lado de la calle intentando esquivar los charcos. No sirvió de mucho, porque antes del primer kilómetro tenían caladas las zapatillas. Cambiaron de táctica y optaron por correr ignorando el agua, que cada vez caía con más intensidad. Trotando como caballos a través de un pantano, completaron los kilómetros iniciales a un ritmo cercano a los 6'30”/km.

Según oscurecía en las calles de Benidorm, el cielo seguía cerrado, pero la carrera se abría. José Carlos y Juan Antonio, que marchaban siempre juntos, aprovecharon para acelerar poco a poco.

Hacia la mitad de la prueba, las zapatillas se habían fundido con los calcetines, de manera que formaban una especie de esponja gigante que envolvía los pies. Los dos Sunset Runners cruzaron el ecuador de la media maratón con una media ya cercana a los 5'30”/km. Y, del mismo modo que arreciaba la lluvia, ellos aumentaban el ritmo.

Entre el púbico, Cécile y Manuel Chicano se protegían del agua. El problema no era sólo la que caía desde arriba, sino la que empezaba a inundar algunas calles de Benidorm. Mientras tanto, José Carlos y Juan Antonio continuaban su insensata odisea; con toda la ropa calada y las cejas goteando saturadas de agua, en la tercera vuelta al circuito urbano impusieron una marcha próxima los 4'30”/km.

Y, cuando parecía que no podía llover más, entonces llegó el diluvio.

Manuel Chicano decidió refugiarse en un hotel y Cécile volvió al coche oficial del club. Las calles de Benidorm se convirtieron en ríos que hacían flotar las alfombrillas de control de tiempos intermedios. Con las piernas entumecidas y ya insensibles, los dos Sunset Runners hicieron lo único que podían hacer: seguir corriendo hasta la meta.

Tras más de 21 kilómetros calados y con un toque ligeramente azulado, José Carlos y Juan Antonio llegaron juntos hasta el final. La humedad y el frío habían agarrotado las extremidades, haciendo difícil incluso desatarse las zapatillas. Al contrario de lo que suele suceder en la mayoría de las carreras populares, la prioridad en la zona de meta no eran las bebidas, sino las mantas térmicas para intentar recuperar la temperatura en el cuerpo.

Así, envueltos en un abrigo de plástico, abandonaron el escenario de una carrera única, que osciló entre la pesadilla y la hazaña, entre lo imprudente y lo intrépido.

Y no fueron sólo los dos Sunset Runners quienes culminaron esta aventura temeraria e insensata. Más de 2.000 corredores completaron el recorrido. Todos llegaron empapados desde la cabeza a los pies, con las piernas entumecidas y tiritando de frío. Es lo que tienen las carreras populares: el sufrimiento pasa, la gloria queda para siempre.
 

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